La Educación, según el Mito de la Caverna, se encuentra, al modo
de una muñeca rusa, dentro de otra caverna la cual, a su vez, está dentro de
otra, y allí se lleva a cabo un bombardeo
sistemático de imágenes y palabras. A su vez, en la caverna el ecosistema es una organización vertical que podría equiparar
escuela con guardería y hasta con cárcel. El sistemático y acrítico bombardeo de toda una serie de asignaturas,
es lo que el alumnado extraerá de la
escuela para, al final del camino, tener
que enfrentarse a un mundo del que sólo
se conoce el mapa pero ni por asomo el territorio.
Ese bombardeo esconde
ideología, sin duda. Ideología
trasnochada, por lo menos en el tiempo, pues hoy nos encontramos
gestionando un sistema y un currículo que proviene de los tiempos de la
Revolución Industrial, cuando se educaba a obreros
inteligentes en la obediencia, la disciplina de la cadena de montaje, la
sumisión.
Es cierto que se
instauró la educación pública,
obligatoria y gratuita, un logro que se adjudicó la izquierda aunque fuese,
en realidad, subvencionada por las grandes fortunas de entonces. No se puede
negar.
Pero no olvidemos,
tampoco, que el primer trabajo de campo del sistema público, obligatorio y
gratuito se llevó a cabo en Prusia bajo la supervisión de Denis Diderot, quien a avanzada edad e invitado por la Zarina
Catalina La Grande, vivió en la Corte de San Petersburgo: el despotismo ilustrado -todo para el pueblo pero sin el pueblo,
recordemos- al servicio de la nueva
educación. Se pretendía (y se sigue pretendiendo) formar gente dócil, obediente y útil para los fines buscados, súbditos obedientes. Por su parte, Napoleón quiso “formar un cuerpo docente para dirigir el parecer de los franceses”. Más de lo mismo…y hasta hoy.
Sin embargo, en la Grecia clásica la educación
obligatoria se impartía a los esclavos,
en tanto las escuelas de Platón,
Aristóteles o Sócrates eran otra
cosa distinta: espacios de crecimiento
personal para las élites inquietas que se lo podían permitir.
Pues bien: si hemos
llegado a la educación gratuita, obligatoria y pública, ¿por qué no dar un
salto e iniciar los pasos hacia el cambio de paradigma?
¿Qué nos lo impide?
Me resulta del todo
aberrante que cuando salimos de la escuela conozcamos el mapa pero
desconozcamos el territorio y que esa ignorancia nos haga daño, mucho daño. ¿Cómo es posible que lo que nos hace daño como
seres humanos pueda considerarse un bien para El Sistema?
Si ahora sabemos,
porque está demostrado, que la letra
no entra con sangre sino a través de las emociones, EMOCIONEMOS
al alumnado.
Si nos interesa el
CRECIMIENTO PERSONAL de nuestra descendencia, pongamos los medios.
Si los maestros actuales son hijos del
Sistema, permitámosles expresar lo que
saben y lo que sienten -que es
muchísimo, no me cabe duda- y démosles
un número ecológicamente sostenible de
alumnos para que puedan desplegar su habilidad y su técnica.
Porque la Educación
no puede tener todas las respuestas. Aún
menos respuestas-tipo. La
Educación ha de enseñar
a hacer preguntas y ayudar a que quien está para aprender encuentre las
respuestas por sí mismo.
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