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jueves, 8 de enero de 2015

LA ADOLESCENCIA ES UNA ÉPOCA PRECIOSA E IRREPETIBLE






Los padres, en general, afrontamos la adolescencia de nuestra descendencia con cierto terror. Y se nos nota. Como cualquier ser que lo huele, el/la adolescente hinca el diente allá donde aprecia que puede. Es ley de vida. Nosotr@s también lo hicimos aunque no lo recordemos.

L@s adolescentes  tienen hambre. Hambre de crecer, de ser mayores. Imita lo que ven, y si lo que ven es miedo, miedo proyectarán en sus actos.

Son muchos y muy sesudos los estudios que nos hablan de por qué los adolescentes se rebelan y sus comportamientos son a menudo tan contrarios a lo que deseamos los padres que sean: buscan la atención de los mayores, normalmente del padre y la madre.

Siempre insisto en La Dedicación como la gran asignatura pendiente de las parejas actuales, más aún si ambos trabajan fuera de casa: no sólo los bebés requieren atención; también las preguntas incómodas piden contestación sincera (un “no lo sé”  puede ser suficiente si se dice con cariño). 

Sobre todo, cuando las criaturas frisan la adolescencia  -cada día que pasa, lo hacen antes-,  lo que buscan, la atención, se concreta  sobre todo en la  escucha. Y los mayores, que solemos llegar a  casa con ganas de descansar, no estamos en disposición de escuchar cosas que nosotros pensábamos y decíamos y a las que tampoco nuestros padres solían hacer caso. Otra ley de vida.

Si a eso le sumamos los malos modos, la rebeldía, las contestaciones que piden a gritos un bofetón bien dado, las llegadas más tarde de la hora señalada porque han estado por ahí, nuestro aguante suele ser puesto a prueba.

Es cuestión de probar, entiendo. Los mayores tenemos experiencia que, entre otras vivencias, alcanza nuestra adolescencia. ¿Qué echábamos en falta?  ¿Qué nos sobraba?

Atención y Reglas son la respuesta en todos los casos  -el mío incluido-  que conozco. Que nos hagan caso de verdad  porque sintamos que nos escuchan. Y que desaparezcan las reglas. Porque la adolescencia, siendo una etapa de transición muy marcada, busca inconscientemente la actualmente famosa zona de confort: vivir sumid@ en la incomprensión es muy cansado, y tira lo fácil.

Como padres, nuestra obligación es que no tiendan a lo fácil. Si no, reflexionemos acerca de cuántas veces nos hemos dicho “si mis padres me hubiesen apretado más por aquí…”

Cuando tienen problemas con determinadas asignaturas les buscamos un profe particular. Y eso está bien, sobre todo si da resultado. Pero no solemos caer en la cuenta de que la carencia puede ser más profunda porque l@s adolescentes carecen de sistema de organización: aprender a aprender y a disfrutar aprendiendo.

La adolescencia es una maravilla a la que no hay que tener miedo, sino poblarla de amor y atención. 

Y una de las herramientas más valiosas para el futuro es saber autoorganizarse.

Eso no se enseña, normalmente, en ninguna escuela ni colegio.

Pero puede enseñarse. Y aprenderse.



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