Nacer es una aventura. Debemos
ser conscientes de que todas las personas que nacemos traemos con nosotros una
mente poderosísima provista de una clase de células (las neuronas) que, en número aproximado de diez
mil millones, se dedican a traer y llevar sangre y azúcar, sus combustibles, para
realizar entre mil y cinco mil conexiones eléctricas de modo que, según los
expertos, “…si apilásemos un folio por
cada conexión de nuestro cerebro se iría más allá de la luna, más allá de
Plutón, más allá de nuestra galaxia…hasta unos 16.000.000.000 (diez y seis mil
millones) de años-luz...” * (Fernando
Alberca. Todos los niños pueden ser Einstein. Ed. Toromítico).
Pero cuando un bebé “desembarca”
en el mundo, nos encontramos con un ser
indefenso y profundamente necesitado de todo tipo de apoyos. Nos “cae” en la
familia y nos cambia la vida. Esa vida que, hasta aquel momento, habíamos vivido
con cierta despreocupación para que, de repente, el bebé toque a rebato en
nuestra responsabilidad.
Nos proponemos, como padres (y, por
supuesto, madres) hacerlo todo bien.
Pero no solemos saber por dónde empezar.
Pues bien: como la vida y la
educación han de ser integrales y armónicas al entender de la Institución Libre
de Enseñanza en nuestra historia reciente, y aún más para las más avanzadas
tendencias y escuelas de educación , empecemos por ahí.
Dejémonos guiar por quienes saben
de esto. Hagámoslo desde un modo de hacer tolerante, humanista y apasionadamente
vital, por ejemplo, a la más antigua tradición inglesa. Ayudemos a implantar en el bebé ese sentido ético
que ha sido propiedad de l@s mejores filósofos españoles, hereder@s del
estoicismo de la escuela de Séneca que tiene su principal expresión en el rigor
y la austeridad de la conducta, tan necesarios en este país.
Se trataría, ya desde el
principio, de que empezásemos a formar
personas cabales. De EDUCAR.
En esta primera época, los padres
(la madre más que el padre por una simple cuestión de tiempo aunque en esta época tal estereotipo es más que discutible) han de despertar el interés del bebé por lo que
le rodea. Y no hemos de preocuparnos de cómo
vemos a nuestro bebé –para los padres siempre será "la cosa" más bonita- en cuanto a carácter, porque no todas las
criaturas son igual de activas o de prácticas, pero en cambio todas ellas sí que tienen los mismos instintos desde que nacen:
GATEAR es el primero de ellos. Pues bien: no sólo debemos dejar que
gateen a sus anchas por toda la casa, sino que debemos poner objetos llamativos
a los que acercarse. Propiciar que lo hagan. Porque lo que parece una nimiedad
es un ejercicio fundamental para:
a) La coordinación de ambos lados del cuerpo.
b) La visión, que desde el nacimiento es monocular. Con el gateo evoluciona, de modo que si al principio se limitaba a mirar con un
solo ojo, cambia para ser duocular, lo que supone empezar a emplear
los dos ojos de forma separada, hasta llegar a la visión binocular o de
intervención simultánea de ambos ojos.
c) Al estar
en movimiento, el bebé empieza a saber de dónde vienen los sonidos que oye.
d) Influye también, y muy decisivamente, en la lateralidad o elección espontánea
del lado del cuerpo que más se va a utilizar (ser zurd@ o diestr@), lo que se
ha demostrado que incide en aspectos tan fundamentales como la propia
motivación, o la seguridad en sí mism@s, o incluso la agilidad y rapidez para
las tareas escolares
-
En resumen, se empieza a integrar en el mundo.
QUE GATEEN MUCHO.
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