Nuestro@s hij@s son nuestra
responsabilidad. Mucho antes de la guardería o del colegio está la casa, el
hogar, ese lugar que recoge a la familia y donde se desarrolla una gran parte
de nuestra vida. De nuestra enormemente decisiva vida en común.
Cuando nace una criatura, la
llevamos a casa. Más temprano que tarde, la
pareja se queda sola ante un bebé que necesita de unas atenciones para las que tenemos,
necesariamente, que espabilar. Porque, como se suele decir coloquialmente, viene "sin libro de instrucciones". Y ahí no cabe delegar. Las comidas (biberones,
pecho), los cambios de pañal, las salidas de paseo, las noches en vela, los
sustos que nos llevan a Urgencias cada dos por tres, son maravillosa pero
agobiantemente indelegables.
La palabra de marras es
DEDICACIÓN.
L@s bebés son una esponja en
todos los aspectos. Hemos de tener en
cuenta que “…la evolución, que ocupó a la
especie humana durante decenas de miles de años…*, l@s bebés y, más tarde, l@s niños“…la replican en un par de lustros…”.
Ese avance casi cuántico se debe al lenguaje.
Sin entrar en disquisiciones ni
en teorías, pero tengamos presente que hay
que hablar a l@s bebés. Hablarles como si fuesen adultos que son capaces
de entender. Eso no significa que a las personas que se acercan al cochecito
les impidamos hacer toda esa sarta de cosas más o menos ridículas que llamamos
carantoñas, porque de lo que se trata es de que el padre y la madre hablen con cariño a la
criatura, por supuesto, pero sobre todo con naturalidad. L@s
bebés captan el respeto. Y les gusta. Y lo agradecen.
Hablar a l@s bebés, contarles lo
que nos pasa, compartir con ell@s, es un comienzo necesario para construir l@s
hij@s que mañana se ocuparán de que el mundo avance. Nuestra, como padres,
tíos, abuel@s, es la tarea de educar, enseñar aprendiendo a dirigir su comportamiento
en libertad.
Para nosotr@s ya no es tiempo,
sobre todo para quienes dejamos la juventud (sólo los años de la juventud) bien
atrás, pero estamos a tiempo de cambiar las cosas, de dejar de repetir
inercias, de poner a nuestr@s descendientes en el camino de la virtud entendida
como excelencia. De ser buenas personas, competentes, capaces, poderosas,
fuertes, flexibles.
L@s bebés, l@s niñ@s, son el
futuro de la humanidad, l@s futur@s dirigentes de las empresas, de los países, de las nuevas familias. Y debemos contribuir, aprendiendo a educarles, a que
ese futuro sea mejor.
¿No os parece?
* José Antonio Marina, LA INTELIGENCIA EJECUTIVA, Ed. Ariel
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