Después de bastantes años tratando de introducir la Mediación como método para la resolución de conflictos en Gipuzkoa, haciendo campañas de radio, publicando artículos e intentando publicar otros que fueron rechazados sistemáticamente, intentando potenciarla entre las empresas y recibiendo un sonoro NO de una gran institución con poder para haberla implementado como experimento -que era mi propuesta-, me decidí por ejercer la mediación financiera y ponerme al servicio de los más débiles en la tempestuosa relación que las entidades financieras y los particulares vivieron entre 2006 y 2009. Comprobé que los mediadores éramos considerados meros instrumentos por ambas partes, vituperados, y finalmente acabamos pagando los platos rotos de la crisis viéndonos obligados a cerrar oficinas que habían costado dinero, esfuerzo y que, en nuestro caso, también costó salud. Aún pagamos intereses de ello, y para eso no hay dación en pago que valga.
Pero es curioso, porque sigo creyendo que mediar en los conflictos es la mejor solución y no sólo por ser la más barata, sino porque pone a las partes frente al problema que tienen, las hace conscientes del remedio, y éste siempre suele ser rentable a nivel personal. Que es lo que cuenta, al fin y al cabo.
Sin embargo, no. No en Euskadi, y menos si es de pago. Porque nuestras instituciones han hecho y siguen haciendo mucho daño a la mediación profesional. La banalizan, haciéndola gratuita. Y no sólo a causa de que quitan el pan de la boca a personas expertas y capaces que quieren cobrar por mediar, sino también porque la gente relaciona mediar con gratis, como la solución barata a situaciones que, de haber tenido posibles, hubiesen acabado en el Juzgado, como debe ser
Se avecina una época en que habremos de "mirar la pela", de re-aprender a ser solidarios y a colaborar, de ser responsables de nuestros actos más allá de lo que digan las normas o de lo que diga quien manda. Una época que en muchas vivencias nos retrotraerán a nuestros ancestros, a cuando los sabios de la tribu mediaban en los conflictos.
La justicia como institución es cada día que pasa menos justa y depende de los recursos económicos que poseas para que te vaya en ella mejor o peor.
La mayoría, tristemente cada vez más mayoritaria, empieza a carecer de recursos (tasas, procurador, abogado, peritos...) para hacer frente a pleitos que, de salida, exigen un desembolso casi inalcanzable.
Puede que las circunstancias, del mismo modo que llevan en el supermercado a elegir las marcas blancas, acaben por convertir a la mediación en la marca blanca de la justicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario