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lunes, 2 de marzo de 2009

GENTE REAL

GENTE REAL



Dice la sabiduría taoísta que “...la gente real existe pero parece que no existe, trabaja libremente, siente y responde, actúa cuando es preciso y se pone en marcha cuando no hay más remedio...” La gente real. Yo me siento real (de realidad, no de realeza), e intuyo que lo mismo pasa con una gran parte de la población que vive atenazada en Euskadi. Porque aunque contribuimos con nuestros impuestos como manda la ley, y pretendemos vivir en paz y concordia no podemos porque otra gran parte de nuestros conciudadanos actúan o bien como si no existiésemos o bien como si les sobrásemos. Pero es lo cierto que existimos, trabajamos –algunos no-, vivimos sin libertad –muchísimos más de lo tolerable-, sentimos –y hasta ahora apenas respondemos-, se nos desprecia y demoniza por algunos –demasiados-, y procuramos actuar pese a las dificultades de todo tipo que encontramos en nuestro camino (desde el riesgo de muerte física a muerte civil, arrojándosenos –no por todos- el tesoro común del euskera a la cara).

Pero como somos gente real, aunque algunos nos quieran sometidos y asustados, nos ponemos en marcha cuando ya está bien, cuando no queda más remedio. Y ahora no lo hay: no sólo están en juego nuestra libertad y nuestra prosperidad, sino las de nuestros hijos, y aunque sólo sea por dignidad no podemos permitir que una parte del nacionalismo nos pase por encima como una apisonadora sin antes movilizarnos para reivindicar lo que somos: gente real que piensa, siente, ama, respira, pasea, hace deporte, va al cine y al teatro (pagando, claro). Gente que, como vive, intenta VIVIR. Y que como seres humanos que somos reclamamos respeto por nuestras ideas y nuestros valores.

Tiene ya muchos años el adagio “se podrá destruir una flor, pero nunca la primavera”. Pues eso, a la gente real se nos podrá menospreciar, ningunear, ignorar pero, como la primavera, seguiremos existiendo.

Nuestro Estatuto de Autonomía es un gran tesoro, porque en su interior (como decimos los juristas, en el espíritu de la norma) late lo más grande del ser humano, lo que nos distingue del resto de especies: la libertad de elegir. Y esa libertad, hace unos años todos la utilizamos para entendernos entre los vascos a pesar, y por encima, de nuestra pluralidad ideológica. En aquellos momentos todos los vascos mirábamos, y bullíamos, en la misma dirección. Pero, como ocurre en todas las relaciones humanas, hubo un momento en que dejamos de mirar juntos: nuestros focos se separaron.

Dice el profesor José Antonio Marina que “...lo que vemos nos revela lo que somos porque sólo captamos lo que sabemos captar y, por lo tanto, el mundo que experimentamos es un retrato nuestro en negativo...” Seguramente eso es así, y lo sabremos si miramos sinceramente en nuestro interior. Porque cuando el mundo nacionalista cambió el foco común por el suyo propio, comenzó a defenderse. De un enemigo visible sólo para ellos, pero a defenderse. Y su talante cambió radicalmente: nos empezó a ver a los socialistas como enemigos y se enrocó en algo tan esotérico como la identidad, enarbolando como un “puño de hierro” (¡curiosa coincidencia con Batasuna!) el euskera, y con la guardia terriblemente rígida. Y acometió, y sigue acometiendo, contra los no nacionalistas.

Pero la gente real hemos despertado. Lo hicimos muy sobresaltados e indignados en el verano de 1.997 (asesinato de Miguel Ángel Blanco), y el nacionalismo tocó a rebato. Y, todavía sin desperezarnos del todo, la gente real caímos en la cuenta de que unos cuantos, pese a que estamos en nuestra casa, quieren tratarnos a la gente real como a alemanes en Mallorca, como a ‘guiris’.

Yo me pregunto que qué se han creído esos cuantos, que hasta dónde están dispuestos a llegar. Y la respuesta es ‘hasta donde les dejemos’: ésta también es nuestra tierra, nuestra casa, nuestra playa, nuestra montaña, y el euskera es nuestro idioma porque, aunque algunos no lo hablemos, nuestros hijos sí lo hablan.

Si estamos dispuestos al éxito, lo obtendremos porque es nuestra vitalidad la que va a curar a esta sociedad enferma, porque es fácil ganar sin que los demás tengan que perder, porque nos merecemos lo bueno de la vida, porque autosuperarse es sano, y porque este país está ahí esperando a que lo mejoremos.

La vida real de la gente real es la sensación interna –de cada cual- de que todo tiene sentido más allá de la injusticia. Pero la gente real tenemos que ponernos en marcha y convencernos a nosotros mismos de que sólo intentándolo seremos capaces –eso sí, entre todos- de salir de este triste y descorazonador bloqueo social en que nos hemos sumido como pueblo, como gente real que somos.

Ahora es un buen momento.

2 comentarios:

Claudia Belmar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juan Enrique Egaña G. dijo...

Estimado Karlos, un gusto poder colaborar contigo, desde ya estoy a tu disposición. Junto con ello te quiero consultar, si sabes o tienes referencias positivas de "Gernika Gogoratuz", tengo la posibilidad de tomar un curso en julio, me gustaría saber si los conoces. Un abrazo!